De no haberte conocido hace cuatro años, éste sería un festejo corriente. Común. Copia fiel de todos los festejos de años anteriores. Lleno de familia, comidas repetidas y un brindis tan puntual que hasta obligaba a sincronizar todos los relojes de la casa. Lleno de augurios y buenos deseos. Lleno de lo mismo de todos los años.
De no haberte conocido hace cuatro años me sabría de memoria todos los pasos que siguen luego de cambiar el almanaque viejo por el nuevo, responder algunos llamados y quitarme el maquillaje.
De no haberte conocido hace ya cuatro años todo sabría igual.
Pero te conocí.
Hace cuatro años.
Y estos festejos cambiaron de principio a fin. Dejaron de ser rutina para dar paso a la sorpresa de no saber hasta último momento cuál sería el plan. Plan de a dos. De a tres. De a mil. Plan infinito a tu lado. Plan inmensamente feliz con vos, al lado mio. Bailando hasta caer rendidos en cansancio. Riendo anécdotas. Brindando mirándonos a los ojos, deseando que esa felicidad no terminara nunca. Volver a casa, nuestra casa, y sacarnos la ropa para amarnos de una y mil formas más. Dormir abrazados, porque se nos hacía difícil separarnos aún en sueños.
Pero nos separamos.
Hace un tiempo, ya.
Y hoy es festejo desconocido porque no estás. Hoy no me sale coordinar relojes ni charlar recuerdos ni brindar con quienes hace cuatro años todo era tan corriente. Tan común.
Y hoy es festejo desconocido. Porque no estás. Y quiero que estés. Pero por más que te llame y te busque, sólo obtengo silencio y ausencia. Y dolor. Inmenso dolor por querer volver a esos festejos tan llenos de vida, juventud, amor, y cambiarlo por este tan aburrido, gris, solo. Eternamente solitario...
De no haberte conocido éste hubiera sido un fin de año más amontonado en mi vida. Pero te conocí. Y con vos tuve maravillosos festejos. Tan maravillosos fueron, que hicieron de hoy un festejo para el olvido.