30 octubre, 2008

Quisiera ...


Quisiera tener tiempo para gastarlo en salir a caminar bajo el sol primaveral. También para escribir hasta que mis dedos se entumezcan de tanto tipear.

Quisiera poder dormir más de lo que el despertador me permite.

Quisiera ir al Parque Rivadavia, pasear entre tantos puestos, y comprarme un libro que hace mucho quiero leer. Quisiera que las hojas de Narciso y Goldmundo sean mis compañeras en los viajes eternos de colectivo.

Quisiera ponerme al día con todas las series que sigo. Aunque me lleve días enteros de dvd en la cama enorme de mis papás, junto con alguna chatarrería engordante.

Quisiera poder cumplir con todas las invitaciones de helados que acumulo para "cuando tenga tiempo".

Quisiera poder sonreír un poquito más, y quejarme mucho menos.

Quisiera que el malhumor con el que me fui a dormir anoche, se evapore. Y que no deje rastros.

Quisiera ir a la plaza, subirme a la calesita, y que el calesitero me regale la sortija luego de varios intentos fracasados por robársela.

Quisiera andar en bici, retomar pilates, hacer natación.

Quisiera no estancarme en recuerdos.

Quisiera cerrar los ojos, y sentir la brisa del viento en mi cara. Y sonreír, mucho.

Quisiera que venga alguien y de la nada me abrace, a la vez que un "todo va a estar bien" flote por el aire.

Quisiera dejar de contar los días, y disfrutarlos más.






Tantas cosas quisiera hacer.. y a veces no puedo.

27 octubre, 2008

¿Cercanía a Halloween?

Basta decir que estoy bien conmigo misma para que la vida y sus vueltas me pongan pruebas de fuego. No sé bien si lo hace porque encuentra divertida mi tendencia a la inestabilidad emocional, o si por el contrario me ayuda -a su manera- a mantener un estado fijo. 
Lo cierto es que siempre repite su modus operandi: alguien del pasado vuelve a frecuentar mi presente. Alguno que tiene bien merecido su entierro, vuelve al mundo de los vivos. Y no es que yo haya salido a los escopetazos persiguiendo al culpable del momento, sino que simplemente desapareció, a fuerza de lágrimas, de mi radar.

Sin embargo, hoy resurgió. 

Entre mi riguroso chequeo de mails matutino, un desayuno a medio terminar, y las novedades del mundo real, un pedido de admisión de facebook por parte de Rober, esperaba en mi bandeja de entrada. 
La historia de este amigo de mi Hermano Grande, que hoy revive cual ave fénix, escapa al motivo de esta entrada. Sólo basta mencionar que tenía (¿tiene?) bien merecido el exilio al cual lo sometí (¿someto?).

No supe qué hacer. Creo que hasta me reí del desconcierto mientras escribía mensajes a mis amigas para compartirles mi sorpresa. Y aunque rogué por alguna respuesta que me orientara sobre lo que debía hacer, ninguna de las cuatro quiso cargar con la responsabilidad de la decisión. Me lo dejaron a mí solita. A mi cuenta.

Así pasé ciertos ratos del día: resolviendo entre el si y el no que el pedido aceptaba como respuesta.

" Si lo acepto, le doy permiso a que sea mi amigo. Lo invito a que se entere de mis pormenores. Le digo que todo está bien, que el odio ya se me fue y no quedan resentimientos en el medio. Si decido aceptarlo, admito enfrentarme a la realidad que lo rodea y lo envuelve. Con cada foto, con cada frase, con cada mensaje que me escriba.

Por otra parte, si rechazo su invitación tal vez parezca que aún me duele lo que sucedió. Y que, aunque haya pasado el tiempo y las heridas curaron, todavía me molesta escucharlo nombrar. 
Pero no es así. No. Porque no queda una gota de odio, y el resquemor se evaporó. Ni siquiera siento empatía hacia él y su situación."

Al final del dia la decisión seguía estando en mis manos, como lo estuvo desde el primer segundo en que leí el mensaje. Y aunque la vida intente hacer tambalear mi nuevo equilibrio, hoy yo decido estancarme en este sentimiento que me lleva a elegir no ser su amiga. 
No por rencorosa ni por mala persona, sino porque estoy segura de que para él no es posible una amistad. Después de decirme que fui la mujer de sus sueños no puede conformarse con eso. Y tampoco estoy yo para escuchar lo miserable que es su vida desde que tuvo que confesarme su secreto mejor guardado. Ese por el cual no pude continuar a su lado.
En su momento, él tomó una decisión. 
Hoy, yo tomé la mía...

Me sorprendió la entereza con la cual logré llegar a mi decisión. Pensar que en otro momento hubiera perdido gran porcentaje del agua corporal en lágrimas, en cambio hoy sólo requerí un poco de tiempo. 
Me pone contenta, porque esta vez pasé la prueba de fuego que podría haber puesto en peligro mi reciente crecimiento. 

De todas maneras, continúo preguntándome por qué será que siempre las personas reaparecen de la nada. Vuelven a insistir, aunque hayamos vaciado cartuchos enteros contra su recuerdo. Con banderas blancas, elocuencias varias, o simples pedidos de amistad.
¿Será, acaso, la cercanía a la Noche de Brujas?




25 octubre, 2008

Seis motivos de Felicidad

REGLAS DEL MEME 

Enlazar a la persona que nos invita 
Mery, acá es donde yo te menciono. Hacer clic en el colorcito bonito que elegí  =)


Enumerar seis cosas sin importancia que nos hagan felices
  • Los "te quiero" de los niños, acompañados de abrazos. Llenan tanto el alma..
  • Estar enamorada, y correspondida.
  • Chusmear con mis amigas. Recorrer el pasado, reírnos de él, y volver al presente para proyectar a futuro.
  • El alboroto que mis dos mascotitas hacen cuando llego de la facultad. O cuando llego de cualquier lado.
  • Bailar torpemente cuando estoy sola, con la música a un volúmen considerable. Para descargar. Para descansar. O porque simplemente me dieron unas ganas repentinas de hacerlo.
  • Encontrar algunas moneditas en algún bolsillo de un pantalón que no uso mucho. Aunque sean pocas, no importa.

Hacer constar las reglas.
Como siempre =)


Elegir a seis personas que continúen con el desafío
A saber: 

Male: http://burninperson.blogspot.com
Diego: http://diegointhecity.blogspot.com
James: http://jamesbounce.blogspot.com
Diéresis: http://sombrasdefuturo.blogspot.com
Verehttp://adolecerlo.blogspot.com
Freia: http://variacionesgoldberg.blogspot.com   (¡quiero que cruce el charco!)


Avisarles con un comentario en su blog.
Done =)

A los elegidos: siéntanse libres de hacerlo o no. Nadie se enoja. Nadie reclamará. Pero sepan que al menos a una persona entre millones, le gustaría saber cuáles son sus seis motivos de felicidad.
A todos: ¿tus seis motivos?


PD: hasta hace unos minutos era una meme-significado ignorante. Lo cuestioné miles de veces, y hasta descubrí que varios compartían mi estado. Por eso, decidí romper con el desconocimiento e investigué. Para saber el resultado, hay que hacer clic AQUI



21 octubre, 2008

Creciendo


De la última vez que llovió, quedaron restos de humedad entre mis pensamientos. Hoy, con la repentina aparición del sol, las gotitas olvidadas terminaron por evaporarse y dejaron asomarse claras conclusiones frente a mis ojos. 

Resultó ser que, inconscientemente, me prohibí sentir. Cubrí cada rincón de los días que sucedieron al episodio del mensaje de texto desgarrador con interminables horas de estudio. Me refugié en la excusa del parcial para justificar mi ausencia emocional, y hasta evité todos los silencios internos posibles. Para no pensar, para esconderme de la realidad. Para no admitir que se cerró una puerta con miles de candados y no hay ventanas abiertas que me permitan airear mi claustrofobia.

Los rayos del sol disiparon esas barreras autoimpuestas. Y con ellas varios razonamientos afloraron, permitiéndome una nueva perspectiva de mí misma.
La realidad es que, por mucho que lo intente, no puedo volver a ser la que era antes. Sólo logro acercarme a un intento de Flori pre-Doc, pero nunca logro serlo completamente. Y descubrí que no está mal. Porque aprendí muchas cosas en el tiempo que caminamos juntos y me fui moldeando con nuestras conversaciones, vivencias, e incluso sus ausencias.

Aprendí cuán poderosas son las palabras. Que pueden dejarnos mariposas en el estómago o convertirlas en nudos de un instante a otro. Pueden producir insomnios y sonrisas eternas. Pueden generar ilusión y a la vez decepcionar. 
Una frase, en el momento justo, rebota en la memoria por siempre.

Aprendí mucho en relación con mi carrera. Que es importante encontrar algo que compita con ella, que la ubique en alguna especie de segundo plano. De esa forma, se estudia mejor, se rinde mejor.
Me instruí, principalmente, acerca de los últimos años. Conocí nuevos lugares de la inmensa facultad de Medicina que escapaban a mi recorrido habitual. Guardo recuerdos y miradas en algunos rincones, mientras que prefiero evitar algunos pocos. 

Aprendí que es muy lindo admirar a la otra persona, aunque más lo sea ser admirado por aquella. Que es importante contar con una base de admiración en el momento de ser dos. Admiración de la sana. De la que hace que nos enamoremos de la esencia de la otra persona. De la que nos deja los ojos brillosos cuando lo escuchamos nombrar.

Aprendí a tomar las promesas con cuidado. Porque si bien muchas personas están llenas de buenas intenciones, a veces no alcanza sólo con eso para cumplirlas. Y no hay nada peor que promesas que quedan flotando en el aire, inconclusas. 

La de antes difiere sustancialmente con la de ahora, y está muy bien. Asique, por más que me empecine en volver a aquélla, la de hoy es quien me gusta más. Aunque no regale tantas sonrisas, ni me encuentre menos dañada..
En algún lado leí que cuando vemos más allá de la superficie, crecemos. Cuando aprendemos de las cicunstancias, crecemos.
Puedo afirmar, entonces, que estoy creciendo.


19 octubre, 2008

La ley de la selva


Como era de esperarse no sólo bailé hasta lo inbailable, sino que también tuve mi gran cuota de diversión. A pesar de los incontables pisotones que me gané y otros tantos empujones que dí, lo pasé de maravillas. Incluso mi cuerpo, que por momentos se quejaba de la contaminación por el cigarrillo, pareció entretenerse al compás de la música. No sé si finalmente decidió amigarse conmigo o si lo hizo por temor a la cantidad de fármacos que llevaba en la cartera. En fin.

Varias sorpresas rondaron la noche. Por empezar, una extraña decisión sorprendió a los que me conocen. A la hora de escoger entre unos agnolotis con salsa de aceitunas y pollo frito con batatas acarameladas, mi dedo cayó sobre los primeros. A pesar de mi eterno rechazo hacia las pastas rellenas, no me arrepentí de mi fantástica elección.
Para continuar, una notable observación a lo largo de la noche me hizo caer en la cuenta de que los hombres no llevan códigos a la hora de la conquista en un boliche.

En determinado momento un compañero de la facultad de mi Amiga del Alma comenzó las típicas preguntas de rutina que todo galán desempolva en el momento del flirteo. Con bailecitos de por medio, y  alguna que otra voltereta, las fui respondiendo.
Como si mis manos entrelazadas con las de aquél muchacho de ojos verdes, que me interrogaba cada vez que nos acercábamos, no indicaran que yo estaba bailando acompañada, otro joven se acercó para hacer el ya tan recurrente comentario "te parecés a..". He pasado por actrices de telenovelas brasileras (de esas que pasan a la hora de la sobremesa), hasta por artistas holywoodenses que aparecen en el combo Warner-Sony-Universal... sin olvidarme de la cantidad de familiares, amigos y vecinos de los comentaristas miopes que caen en la bolteada.
Le seguí la conversación, intentando averiguar a qué artista me semejaba esta vez. 

Estando parada yo en el escalón de un desnivel, mi olvidado compañero de monótonos pasos repetidos hasta el cansancio quedaba en desigualdad de altura.. y distancia. Pero con un simple tironcito de sus brazos hacia sí mismo, logró reingresarme a la pista de baile, desprendendiéndome de la conversación con el otro joven.

Qué pesado ese flaco, ¿no?, y sonrió entre pícaro y divertido.  

Y fue ahí cuando me dí cuenta de que su astuto gesto, lejos de querer ahorrarme una charla poco productiva, escondía otro mensaje. Simple. Más simple de lo que creía. Era una especie de "acá mando yo", donde con un sencillo movimiento de tracción no sólo marcaba territorio, sino también determinaba implícitamente que nadie más bailara o charlara conmigo. Retándome, también, por ponerlo en un segundo plano.

Ahora bien, hay algo que no entiendo. Si el joven que se me acercó vio que yo bailaba con el de ojos verdes, ¿por qué motivo intentó algo que no iba a conseguir? ¿Para qué arrimarse a conversar e incluso preguntar si yo estaba sola? ¿No tienen los hombres, acaso, una especie de reglamento tácito donde indica que no hay que atacar a las féminas que bailan con otro macho? Y en cuanto al compañero de pista, ¿era necesario que dejara en claro con quién estaba la señorita en cuestión?

Yo no entiendo. Realmente no comprendo.. 
Porque si en mi radar surge algún muchacho que no está solo, ni se me cruza por la cabeza acercarme a insistirle en que se parece a Brad Pitt. ¡Ni aunque así lo fuera! Es más factible que nos quedemos adorando su belleza con mis amigas, buscándole defectos a su afortunada compañera, que intervenir en su galanteo.
¿Acaso somos tan distintos? ¿O nosotras no nos regimos por la ley de la selva, donde el más ágil se queda bailando con la dueña del celular que más tarde reclamarán?


Nunca supe qué pasó con el joven que me hablaba de actrices de Warner.
El de los ojos verdes, en cambio, se llevó unos besos como trofeo de guerra.
Y yo, por mi parte, me divertí mucho revoloteando acompañada. Una última sorpresa: descubrí que ya no espero impaciente que mi celular suene con un nombre nuevo anunciando una próxima salida. Ya no cuento los días. Ya no desespero en silencio. No, ya no.

18 octubre, 2008

Fiebre de sábado por la noche

Hay fiesta. Y mi termómetro biológico marca 38º. 
Hay fiesta. Y yo con fiebre.

El cuerpo se expresa, dirían las tías sabias. O al menos la de mi Amiga del Alma que, junto con Pizzu, cumplió años en la semana. Y como cualquier excusa es válida para hacer una reunión que incluye compañeros de la facultad y amistades varias, para esta noche se pautó la cena seguida de música "para mover las caderas" (como nos gusta llamarlo a nosotras).
Asique, el plan está pactado. La cita está programada. Sólo resta buscar en el placard el conjunto ideal para esta noche, y combinarlo con los zapatos que me permitan lucir radiante y a la vez me otorguen la comodidad necesaria para no descansar en ningún momento. 

Cambiar de ambiente es lo que necesito. 
Un fin de semana donde el pijama se desprenda de mi cuerpo y el hada madrina, con un toque mágico de su varita, lo convierta en un vestido lila hasta las rodillas. Una noche donde de tanto reírme y bailar, me duela todo el cuerpo. Con caras desconocidas, otras que hace mucho que no veo, y unas únicas que me aseguran diversión all night long.
Un sábado de festejo, como el de hoy.

Pero mi cuerpo no parece estar de acuerdo. O sí, pero demuestra lo contrario. 
Y es entonces cuando sobrevienen los dolores de cabeza, continuando con la panza, para finalizar en la desregulación de mi termómetro interno. Tupé que pocas veces se le ocurre tener, pero todas en el momento menos indicado.
¿Es ésta su manera de pasarme factura por someterlo a tanta presión el día de ayer? ¿Así se venga de los días que lo descuidé, porque era más importante terminar de comprender ciertos aspectos bioquímicos antes que dedicarme a una manicuría completa? ¿De esta forma me quiere decir que nunca me olvide de , que los exámenes son circunstancias que no demuestran lo mucho que sé y que por ello no tengo que autocastigarme cuando los resultados no son lo que esperaba?

Sea como fuere, parece que se empecinó en hacer todo lo posible para que no me moviera de la cama. Y a pesar de que gran parte del día estuve en esa situación, me cansé de sacar cuentas sobre la última vez que salí con mis amigas. Sobre la última vez que su insistencia venció a mis obligaciones. Sobre la última vez que de tanto divertirme quedé exhausta. 
Siguiendo los consejos de las tías y abuelas sabias, me tomé un ibuprofeno y saqué el vestidito lila del placard. 

Lejos estoy de parecerme a Karen Gorney, y de tener una cita con John Travolta. Pero es sábado a la noche, hay fiesta, y yo con fiebre. 
Así y todo, voy.  A estrenar sonrisas. A cambiar de ambiente. A bailar hasta el amanecer.

 

13 octubre, 2008

Día III: Balances

Todo concluye al fin, nada puede escapar,
todo tiene un final, todo termina..

Y quedó afirmado, ahí, entre las teclas del órgano y los coros de fondo.
Tanguito lo dijo: todo termina.
El silencio con el que me levantaba, al que mortificaba con las lecciones en voz alta, y al que hasta le decía buenas noches.. concluyó, finalmente. Él, y mi fin de semana de tranquilidad, no escapan a la sentencia de la canción.
No logro evitar hacer un balance de estos días sola. Donde en más de una oportunidad las ganas de refugiarme en el alboroto de mi casa predominaron sobre la quietud de estas tardes. Quietud que engañé con siestas, música en la pc, y hasta algunas charlas con mis amigas.
Lo bueno:
  • Manejé los horarios a mí medida. Estudié cuando los ánimos me lo permitieron, y descansé las veces que creí necesarias, sin escuchar el irritante "así estudia cualquiera".
  • Conviví - y sobreviví - con mi propio desorden. Los papeles no se perdieron, ni jugaron a esconderse de la noche a la mañana.
  • Almorcé cuando el cuerpo me lo reclamaba, sin importar si era a las 12, a las 13 ó a las 14. (Si bien el tema "cocina" no debería incluirse acá, lo bueno reside en que solucioné mi adversidad culinaria.
  • La calma. El saber que podía descargarme, sin tener que dar explicaciones.

Lo malo (o no-tan-bueno):

  • No cumplí con el objetivo de estudio meticulosamente pactado. Por descansar más de lo que debería. O por permitirme ciertos lujos, como merendar con la tele haciéndome compañía.
  • Barrí, limpié y ordené a último momento. No se puede entregar un departamento a su dueño en malas condiciones. Por suerte, de las plantas se ocupó la lluvia.
  • El desfasado horario producido por comidas muy tempranas. Y trasnochadas.
  • La calma. El necesitar abrazos, y no tener a nadie cerca.

Bastante bien. A pesar de haber sido completamente distinto a como lo había recreado en mi imaginación. Concluyó, entonces. Como bien dijo Tanguito..

12 octubre, 2008

Día II: Flori vs Horno

Si alguien me preguntara cuál de todas las tareas domésticas es la que más me molesta, mi respuesta estaría enfocada en una simple acción. Una sola, ni más ni menos. Cocinar.
Lavar los platos, no hay problema. ¡Si hasta juego con la espuma del detergente!
Planchar, requiere práctica. Pero después de quemar algunas remeras creo estar en condiciones de afirmar que me defiendo.
Barrer, pan comido..
Pero el fastidio que me genera tener que cocinar, es inexplicable. Y no es que no sepa, porque bien que me pasé mis últimos años del secundario cocinando para mis hermanos, porque mi mamá necesitaba de mi ayuda. Simplemente no me gusta. Y punto.

Cuando le pedí a Abuela quedarme en su departamento por el fin de semana, desestimé los almuerzos y las cenas. Pero porque ella, conociéndome, se ofreció a dejarme preparadas las raciones justas de mis comidas. Sólo me restaba calentarlas, en el horno.

Algo que se le olvidó mencionar fue cómo encenderlo. Porque, dada la antigüedad del aparatejo, difiere sustencialmente al de mi casa. Con el que estoy "acostumbrada" a cocinar en algún eclipse de luna.
Media caja de fósforos me llevó agarrar el teléfono, nuevamente, y preguntarle a mi mamá cómo se hacía para prenderlo. Veinte palitos de madera con las puntas negras, esparcidos en el piso de la cocina. Delatándome. Riéndose de mi ignorancia.
¿Cómo iba a alimentarme, si ni mi mamá sabía el secreto para que el horno cruel se prendiera? ¿Cómo calentar la espléndida pascualina, si la palabra clave no estaba anotada en ningún rincón del departamento?

-Cambio el menú, pensé.
Cambié el menú. Prendí una hornalla, puse una sartén con un poquito de aceite. Pelé una papa. La corté en bastoncitos. Los freí. Saqué una milanesa del freezer, que siguió el mismo destino que los bastones de papa.
Cociné. Malhumorada. Porque sencillamente podría haberlo evitado, si el señor horno se hubiera dignado a indicarme dónde demonios tenía que poner el fósforo para poder generar la combustión necesaria que calentara la exquisita pascualina que mi abuela había preparado con tanto amor. Pero no..

Luego de la extenuante pelea con la cocina, y previo lavado de los instrumentos utilizados, me regalé una siesta. Para continuar toda la tarde con el estudio. Asomada al balcón, porque finalmente salió el sol. Y continúo, hasta que el sueño me cierre los ojos del todo.


Lo cierto es que este asunto del horno me distrajo, por largo rato, de mis pensamientos. Los de la facultad, con la proximidad del exámen, y los del otro tipo. Y de alguna manera, el encontrar rápidamente una solución a mi inminente emergencia culinaria, me hace creer en la posibilidad de encontrar un remedio para mi angustia. Tal vez no con la misma rapidez. Quién sabe..

La abuela de Vero decía que "un clavo saca a otro clavo". Pero sólo quiero que dejen de hacer agujeros en mi corazón. Porque desde que un clavo se va hasta que otro lo reemplaza, el huequito queda vacío. Y los recuerdos juegan a pasar a través de él. Y duele.
Probaré suerte con los tornillos, entonces. Pero antes, un tiempo conmigo. Para mí.
Para regalarme sonrisas, y dedicarme logros. Para volver a creerme, cuando digo que voy a tener más cuidado la próxima vez. Para que el tornillo, clavo, o lo que sea que venga, me encuentre recompuesta.
Eso sí, que no me pida que le cocine, porque lo persigo con martillo y destornillador. ¡He dicho!



11 octubre, 2008

Día I: Fumigación


Anoche, después de una larga charla catártica con mi amiga Pizzu, decidí colocar carteles en todo el departamento. Alentándome. Rogándome a mí misma que no flameara la banderita blanca de rendición. Mimándome, con palabras que me gustaría oír pero que el silencio no deja que entren por el balcón.
Amanecí, tras pocas horas de descanso.
Sorprendentemente, la concentración llamó a la puerta del 1º A. Y no iba a ser la única.
Cercano a las once de la mañana, un grito me dejó perpleja. Inmóvil.

"Fumigadoooor"


Como nunca antes estuve en una situación así, llamé a mi mamá. Para preguntarle qué hacer; para que me auxiliara, a la distancia. Pero resultó estar muy ocupada, y no logré solución alguna.
Sonó el timbre, y salí corriendo a ponerme decente. Porque convengamos que el look de estudiante no es el adecuado para dejar entrar ni al fumigador.

Muy amablemente me explicó lo que iba a hacer. Y lo hizo.
Mientras le señalaba el baño y la cocina, me preguntó si no había visto el papel en la puerta de entrada donde anunciaba su visita. Intenté hacer memoria, pero mi atención se centraba en los papeles esparcidos por todo el departamento. Mis mensajes a mí misma, que no sé si el señor llegó a leer.

Fumigó, firmé y se fue. Pero antes dijo "perdón la interrupción". Con una sonrisa cálida, que me hizo pensar que era la primera vez, en mucho tiempo, que me pedían perdón. Y que tal vez la conjugación de ojeras, ojos hinchados y mensajes de ánimo quedaron inmunes frente a mis apresuradas maniobras por ocultarlos.
Ahora yo pienso, ¿perdón por qué señor fumigador? ¿Por hacer su trabajo? ¿Por librarme de las alimañas que pueden salir del baño o de la cocina, y desencadenar una lluvia de zapatillas buscando caer sobre el insecto? ¿Por fumigar mi tristeza con su sonrisa?


Durante el resto del día hice láminas, memoricé conceptos, y hasta me regalé una siesta reparadora. Intenté cocinar, a pesar de mi escasa experiencia en hornos ajenos. Reorganicé los temas que todavía me quedan por ver. Hasta amenacé al silencio con música en la pc, pero cuando sentí las gotitas de lluvia crepitar en el asfalto, lo invité a que se quedara un rato conmigo.

Así fue, entonces, el primer día de este fin de semana de soltera.
Ya no quedan ratitas ni cucarachas, o cualquier clase de bicho considerado "plaga", en este edificio.
Y espero que tampoco queden rastros de lágrimas, en mí. Que al menos se las haya llevado el señor fumigador con su sonrisa y su perdón. Porque la tristeza se quedó a tomar el té con el silencio. Y estimo, tienen para rato.






(Gracias por los ánimos
Me hizo muy bien leerlos cuando me desperté)

10 octubre, 2008

¿Quién sos?

Estoy rota. Desganada.

Me esperaba un viernes maratónico en la facultad, y era imprecindible contar con un humor fantástico. Me percaté de levantarme con el pie derecho, y hasta planeé la ropa el día anterior. Todo estaba organizado de forma tal que no tuviera oportunidad de ofuscarme por nimiedades. Y así fue.
Desayuno, y a viajar se ha dicho.


En el trayecto hacia la facultad, el colectivo pasa por el hospital donde el Doc hace su Internado Anual Rotatorio, y desde que lo conocí juego a buscarlo entre las personas que llevan ambo. A sabiendas de que no lo voy a encontrar, porque estadísticamente no hay oportunidad de que suceda.
Hoy jugué. Y por primera vez, las estadísticas erraron.


A pocas cuadras del hospital, y caminando apurado, estaba él: tan bonito como siempre. Con su ambo blanco y su bolso de médico. Preocupado, porque quizá llegaba tarde.
Como estaba distraída, tardé en reaccionar. Abrí
grande-grande los ojos y sentí que mi respiración había cesado. Mi corazón saltaba. Mi cuerpo temblaba. La sonrisa me daba vuelta la cara. ¡Lo encontré!


En un tonto impulso le mandé un mensaje al celular, sin esperar respuesta alguna.. pero me equivoqué. Y por primera vez, hubiera deseado que su respuesta estuviera teñida de silencio.


Flori: Ja. Piedra libre para el doc yendo al hospital

(cinco minutos más tarde)
Doc: ¿Quién sos?

...

Y todo lo que había sentido antes, se revirtió con esa pregunta.
¿Quien soy? ¡¿QUIEN SOY?!
La imbécil que lo idealizó, creyéndole cuando me dijo que no iba a lastimarme.
La que creía que todavía me pensaba. Porque me daba letra para que así lo hiciera.
La que tuvo que entenderlo porque estaba a punto de recibirse, sobreestresado y con miles de responsabilidades en la cabeza. Y sin embargo nunca recriminé que el caballero me entendiera.. a mí! Que también me estreso, ni duermo bien, y me agoto. Esa soy.
La que hoy, de tanto atragantarse con las lágrimas en el colectivo, ya no puede más del dolor de ojos.
La que fingió sonrisas para ahuyentar un poco el dolor que se instaló en este cuerpo.
La ilusa que nunca borró los mensajes al celular que provenían con su nombre... esa también soy.

A quien se le fueron las ganas, las sonrisas, el humor fantástico que había recolectado. E hizo "crac", porque su desinterés le pegó fuerte. Muy fuerte.
Y recién ahora puedo llorar, y desatar el nudo de lágrimas que se me formó en los ojos a lo largo del día.
Salí brillando de casa y me apagué, de repente, en el trayecto. Salí preciosa, y volví hecha andrajos.

Me fui contenta y con ganas de tener un fin de semana de tranquilidad. Ahora no sólo soy una mezcla de odio, decepción y tristeza, sino que ya no me agrada la idea de estar sola. Con tanto silencio. Cuestionándome quién soy para él. O quién soy para mí.
Y mientras tanto leo y releo los apuntes. Los revoleo por los aires, me desquito con ellos. Pero los vuelvo a agarrar.
Porque la persona que se va a sentar el viernes que viene frente al exámen, soy yo. Aunque hoy no tenga ganas.