22 mayo, 2009

Nueve meses

Hace exactamente nueve meses tomaba una decisión que me llevaría a donde estoy hoy. A como estoy hoy. A ser lo que soy, hoy. Nueve meses atrás, abría este blog.
Traía en mis manos un corazón roto envuelto en silencios, varios consejos repetidos hasta el hartazgo e intentos nuevos predestinados a fracasar. Escribía en hojas sueltas que se perdían en mi desorden, y temía que alguien las encontrara. La idea de tener un espacio virtual donde pudiera hacer lo que tanto me gustaba sin preocupaciones, era maravillosa.

Fueron, de a poco, sumándose desconocidos. Algunos se volvieron frecuentes; otros, compañeros de charla hasta que los ojos pidieran tregua frente al brillo del monitor. Pocos se volvieron cercanos.

Nueve meses. 
En ese tiempo una criatura adquiere las capacidades físicas para poder sobrevivir en la hostilidad del mundo. Con pulmones funcionantes da un grito apenas nace, y todos se felicitan en la sala porque el recién nacido está vivo.
En el mismo tiempo en que se desarrolla un embarazo, yo crecí. Aprendí del poder de las palabras, que pueden plantar mariposas en el estómago o bien destrozar ilusiones. Compartí disgustos, intentos, desafíos, logros. Grité. Pataleé. Lloré. Reí. Viví. 
Vivo.

Pero es hora de tomarme un descanso de las palabras. Del blog, de las entradas y de mi escritura. Quizá sean sólo unas semanas, hasta que todo vuelva a estar en orden. Quizás sean unos meses, hasta que mi rutina vuelva a tener un respiro. O quizás unos pocos días, hasta que mi cabecita se atiborre de pensamientos y necesite volcarlos en este espacio.

Será simplemente una ausencia sin fecha de retorno. Nada de lo escrito acá será sentenciado al olvido, ni mucho menos eliminado. Porque hacerlo sería borrar esa parte de mi historia que me hizo atravezar toda una amplia gama de emociones, necesaria para poder ver hacia adelante (y ya no más hacia atrás). 


Fueron nueve meses llenos de vida. Llenos de mi vida.

Fueron nueve meses muy bonitos, en su compañía.

Gracias por eso. En serio.



Hasta la vuelta...


20 mayo, 2009

Página Asesina

Blonda nos invitó a participar en un concurso bajo el marco de su primer aniversario. Poner fin a un micro-relato de Cortázar no fue sencillo, pero jugué con las palabras y allí quedó. Participando junto con otros veintitantos. 
Y allí está, ahora. Compartiendo el podio con Besos en la Plaza y Caperucita.
Y acá está, ahora. De mí pra tí.



"En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen, si un lector desemboca en esta página al dar las tres de la tarde muere"

Se rieron cuando leyeron la advertencia en la primera hoja del libro que compraron en su primer día de vacaciones. Se rieron como ríen los enamorados, cuando se encuentran cómplices entre la multitud. Con los ojos, con los labios, con el cuerpo.

Se encerraron en su habitación alquilada durante toda la tarde. Saltearon el almuerzo para seguir amándose, e hicieron caso omiso a la lluvia que caía sobre las piedras del jardín escocés.
El libro de poemas yacía sobre la mesa de luz. Él lo sostuvo en el aire, en un momento, y comenzó a leer. Un poema a la vez. Al azar. Ella reía en cada pausa, en cada verso, en cada instante que enrollaba sus brazos alrededor del torso desnudo de su amor.

Sólo las campanadas del enorme reloj de la sala de estar se sintieron en el aire. Tres repiqueteos, y una página en blanco. Una página asesina que sentenciaba el fin de las vacaciones. El fin de la risa. El fin del amor.



Gracias a todos los que lo votaron. Y a Blonda, por dejarnos imaginar.
Felicitaciones al primer y tercer puesto.
Amiga del Alma, armate el bolsito que nos vamos al Tigre en Catamarán. (¡Y yo que tengo miedo de sacar mis pies de tierra firme!)




18 mayo, 2009

Corazón Coraza


Porque te tengo y no
porque te pienso 
porque la noche está de ojos abiertos 
porque la noche pasa y digo amor 
porque has venido a recoger tu imagen 
y eres mejor que todas tus imágenes 
porque eres linda desde el pie hasta el alma 
porque eres buena desde el alma a mí 
porque te escondes dulce en el orgullo 
pequeña y dulce 
corazón coraza. 

Porque eres mía 
porque no eres mía 
porque te miro y muero 
y peor que muero 
si no te miro amor 
si no te miro. 

Porque tú siempre existes dondequiera 
pero existes mejor donde te quiero 
porque tu boca es sangre 
y tienes frío 
tengo que amarte amor 
tengo que amarte 
aunque esta herida duela como dos 
aunque te busque y no te encuentre 
y aunque 
la noche pase y yo te tenga
y no. 



Mario Benedetti

  
 

14 mayo, 2009

Una lágrima

Cae, dejando un surco por el cual se escapa la ternura, la esperanza. Una pequeña gotita que apenas nace entre pestañas con rimmel y que va a morir al saltar del borde de una mueca triste. Una lágrima salada cuyo orígen podría explicar basándome en hechos experimentales y químicos, pero que de nada tendría sentido.
Cae, sin control. 

Lloro. 
Por las injusticias del presente, en el cual encuentro chiquitos paseándose por los vagones del subte pidiendo moneditas. Escarbo mis bolsillos, y me sale un "tomá, enano", a la vez que ruego que use las monedas para comprarse un alfajor de chocolate que le dé algo de energías para soportar el frío que hace afuera, y que su camperita con agujeros no parece aislar.

Lloro. 
Porque somos islas, y yo quiero armar continentes. Con vos, con ella, con el enano del subte que tiene carita triste, con el chico que vende flores. Pero están cercados por muros impenetrables impuestos por el miedo que se les fue formando de a poco. A vos. A ellos. A mí.

Lloro.
Porque ya no hay domingos en la plaza del barrio, pidiendo nubes de algodón que dejen pegoteados los dedos. Ya no hay hamacas que me acerquen al cielo, ni calesita que trasporte mis veintiún años a aquellas tardes donde el calesitero me dejaba dar una vuelta más. 

Lloro.
Por el silencio. Por la falta de tiempo. Por las ocupaciones y los deberes. Por las prioridades adultas. Por tus complicaciones y mis obligaciones. Por los desencuentros. Por los secretos. Por las revelaciones. 
Y un poquito también por los locos que se quedan desamparados, por estas ganas de gritar y que me escuches, por Damien Rice en mi reproductor de música.


Otra lágrima más, y se evapora la ilusión. Entra la oscuridad, la indecisión, la rabia.



11 mayo, 2009

Pendientes

Algún día voy a comprarle flores al chico de remera rayada y mirada perdida que se pasea entre los autos cuando el semáforo de General Paz y Beiró se tiñe de colorado. Voy a estirar mi brazo por la ventanilla del colectivo que me devuelve a casa, y le voy a pedir un ramito de esas rosas rojas que suele acomodar de a pares para luego envolverlas cuidadosamente.

Algún día voy a hacerme ese exámen de salud obligatorio para la facultad. Y, de paso, hago uso de las prescripciones que tengo en el corcho de mi habitación: un par de análisis de sangre acumulados desde hace unas semanas para cuando los horarios me lo permitan. 

Algún día te voy a contar de la vez que me confundí a una cebra con una jirafa. De distraída. Y que fue a partir de ese entonces que mis amigas comenzaron a perseguirme, a atormentarme, con las diferencias más obvias entre ambos animales. (Y que fue la excusa fantástica para ir al zoológico hace dos otoños..)

Algún día aprenderé a salir abrigada de casa, en estas épocas donde ya por las mañanas dan más ganas de quedarse entre las sábanas que salir al frío de afuera. Llevaré una camperita de lana en vez del saquito de finos hilos que suelo manotear refunfuñando antes de irme, por las dudas

Algún día calcularé con exactitud los minutos de cocción del caramelo, en el microondas. Voy a anotarlos en un papelito de color, y desde ese momento nunca más inundaré la cocina de olor a quemado cuando las ganas de cocinar un rico postre me lleven a buscar la receta de un rico flan acaramelado.

Algún día recordaré las edades de mis hermanos, sin esfuerzo. 
Algún día hasta podemos bailar un vals tarareado, sin pisarnos.

Algún día dejaré de tener pendientes en cada parte de mi rutina. De mis ojos. De mí.



07 mayo, 2009

Vicisitudes

Siete y cincuenta y nueve de la mañana. Mi media neurona recuerda que hoy es jueves, y el celular (que debería haber sonado hace media hora) sigue en silencio abajo de la almohada. Ocho en punto, y me doy cuenta que me quedé dormida. 

Corro al baño. Agua fría para despertarme. Voy a la alacena. Agarro la última barra de cereal. Mamá me reta por no avisarle que tenía que despertarme temprano ("Te hubiera despertado yo" me dice mientras plancha una camisa). Agarro una polera, un saquito, el jean, y medias. Pongo unos cuadernos en la cartera. La billetera. Las pilas para el reproductor de música, que se están cargando. Pañuelos descartables para mis estornudos rutinarios apenas amanezco. Y la barra de cereal, que tiene (horribles) pasas de uva, queda olvidada en la cama mientras me visto. 

Ocho y veinticinco. Un reportero del noticiero que mira Mamá avisa que la calle Corrientes tiene dos carriles disminuídos a causa de un reclamo de estudiantes. Termino la barra de cereal, que intenta suplantar a mi té con tostadas que suelo desayunar. Y escucho, mientras me peino, que habrá una marcha multitudinaria por Rivadavia.

Salgo con tiempo. Por las dudas. Camino rápido a la parada del colectivo. Con frío. Espero. El colectivo no para, va lleno. Llego tarde. Espero. Con frío. El próximo tiene que parar. Y para. Y me subo. Prendo el mp3. Jarabe de Palo. Me siento. Y éste tema. Me da ganas de bailar, y muevo los pies. Sonrisas y tarareo interno. Me da el sol, y ya no tengo frío. 

Diez menos cinco. Llego a tiempo para mi clase, e incluso puedo elegir un lindo lugar para ubicarme con algunas compañeras. Una nueva profesora recita las diaspositivas, y termina la clase antes de tiempo. Algunos mensajes al celular, y vuelta la sonrisa. 
En el viaje de regreso, el colectivo queda detenido por aquella marcha que alguien había anunciado a la mañana. Cerca de quince minutos, esperando. Y yo con hambre.

Almuerzo. Ensaladita. Estudio, mucho. Tengo sueño, mucho. Un matecocido y seguimos estudiando. Hasta que me voy. Vuelvo a casa. Escucho música. Jarabe de Palo. Éste tema. Me gusta, y dan ganas de bailarlo. Camino, sonriente.

Cinco y cuarto. Vuelvo a casa, y pienso en todo lo ocurrido durante el día. Las corridas y la espera, mezcladas con el cansancio y el frío. El buen humor que no me abandonó. Mi cuerpo moviéndose al compás de un saxofón.


Y cuán difícil es mantener la sonrisa, a veces.






03 mayo, 2009

Cerrando círculos

¿Y qué si no hay recetas para el olvido? ¿Si todos los trucos que inventamos para borrar un nombre de nuestros labios, o los miles de intentos que llevamos a cabo para no volver a cruzar las mismas calles que antes nos transportaban a un mundo de maravillas y promesas a cumplir, son inútiles? ¿Si por más que sentenciemos a muerte al recuerdo de aquel tiempo compartido, la vida se encarga -en cuestión de segundos- de abolir cualquier posible condena que lleve a esos días pasados a desaparecer?

Porque vuelven. Una, otra y otra vez, como una vieja película proyectándose en el cine de nuestra memoria. 
La lengua amenazada lo nombra. La mente maliciosa lo trae al presente. Un viaje por Buenos Aires de noche muestra de pronto un paisaje antes conocido, antes frecuentado. Y entra por las ventanillas bajas de un auto que busca un destino incierto. Trepa por las rendijitas del aire acondicionado que está apagado. Se ubica en el asiento trasero, y mira.

Me mira. Con esos ojos que ya no recuerdo, pero que sé suyos.
Lo miro. Con estos ojos que ya no le pertenecen, pero que un año atrás se estremecieron al verlo.

No, no hay receta ni poción mágica. No hubo, tampoco, literatura alguna que develara las tácticas para enfrentarme a un fantasma de sexo opuesto que dejó unas cuantas enseñanzas académicas y una sinfonía en mi reproductor de música. 
Enfrentarme y vencer, como anoche. Que me di cuenta cuán distinto era Buenos Aires hace un año, y cuán distinta era yo. Que se cruzó por segundos su nombre, y no me importó. Que me alegré al notar que hay un círculo finalmente cerrado, y que nada que provenga del Doc puede ya afectarme.


Puede que no hayan recetas para olvidar. Puede, también, que sea el tiempo quien se encargue de darnos las estrategias necesarias para que, algún día, cuando la lengua amenazada y la mente maliciosa coincidan en una persona, una situación, no trastabillemos emocionalmente. O puede ser un nuevo amor, quien con nuevas ilusiones y nuevas promesas vaya curando una por una las heridas que van dejando las historias que no son. Que no serán.






Fui elegida, por Blonda, para escribir un cuento, poesía, poema, definición o lo que quiera que incluya las siguientes palabras: VIDA, AMOR, LITERATURA, SEXO, VIAJE, CINE. Lo que acaban de leer, es mi escrito.
Ahora me toca nominar a 6 mujeres para que hagan lo mismo. Ellas son:  Berenice, FlorAkasha, Cherry, Saii, Flora.

(Ah! La nominación viene con premio, chicas)