31 diciembre, 2008

Mis razones

Por algo no quiero que se termine este año. Alguna razón debo tener para rehusarme a despedir este 2008 que tiene sus valijas preparadas, unas gafas oscuras, y el pasaje al cielo de los años pasados en una de sus manos; que está listo para partir, para siempre.
Y no tengo una, sino muchas.

Por eso quería recopilar todas aquellas razones de sonrisas que me regalaron distintas personas. Todos aquellos motivos por los cuales insisto en que mejor nos quedemos con este año, que tantas vueltas supo tener.


"holis, muñeca"

"necesitás alguien que se ocupe un poco de vos"

"vas a ver que te van a dar ganas de abrazarme, y apoyar tu cabecita en mi hombro" (escuchando este tema)

"Q U I E R O   V E R T E ! ! !" (apenas le dije hola, largó la bomba)

"cero mala onda.. te tengo a vos. Muas"

"das lindos abrazos" 

" hace 6 años dejaba a una persona por estudiar; ahora, dejo al estudio por una persona. Es paradójico. Y tengo exámen en dos días eh, y final en 4, y tengo re claro que quiero ser médico y que quiero graduarme en julio. Pero si me preguntás en este momento qué prefiero hacer, te diría invitarte al cine" (y ahí me temblaron las piernas)

"si querés, voy a hacerte de apoyo logístico. Para eso estamos las amigas"

"Él: Quiero que sea sábaadoooo.. ay, no se que me pasa!
Yo: qué pasará el sábado, q tenes tantas ganas de que llegue..
Él: te voy a veeeer!"

"somos thelma y louise, bonny y clide, wesley y snipes, jony y tolengo, el gordo y porcel"

"te extraño un poco, muñeca"

"vos sos como un mimo al alma..."


La lista sigue, en mi mente. No así acá, pues el trabajo de buscar aquellas frases o fragmentos de recuerdos me ha dejado una montañita de lágrimas al lado del monitor. Y las mismas preguntas de siempre.
Distintas personas me regalaron esos momentos. Sus palabras fueron causas de sonrisas y de sentimientos que alimentaban mi ser. Sentirlos del otro lado, con su sinceridad entre cada letra, abrigaba aquella amistad, aquella relación que prometía aquél futuro incierto.

Estos son algunos motivos por los cuales no quiero terminar el año. Porque siento que los dejo atrás, con posibilidad de olvidarlos para siempre. Tampoco quiero que, al recordarlos, diga "un año atrás, sucedía esto o alguien me hacía sentir especial con aquello". No quiero. Porque en un año nace una criatura; en un año somos víctimas de una montaña rusa de sentimientos que nos modifican y condicionan; en un año el árbol de mi casa deja caer sus hojas secas al suelo, para luego ver nuevas hojitas verdes crecer.

Así será mi despedida, entonces. Mascullando buenos augurios para todos, y agradeciendo aquellos que recibo. Queriendo creer que todas esos buenos deseos de felicidad van a hacerse realidad. Cruzando los dedos para que así sea. Y brindando a cada rato para bajar esta mezcla de sentimientos que se me atoró en la garganta desde anoche.


A ustedes, ¡feliz comienzo de año nuevo!
(en serio, que sea feliz)


27 diciembre, 2008

Historia común




Chico conoce a Chica. De una manera poco convencional, pero sumamente divertida. Comparten una Navidad junto con los familiares de ella, y varios bailes alrededor del Arbolito que toma aire en el patio de la casa.

A Chico le gusta Chica. Pero no hace más que elogiar sus logros académicos. No se acerca tanto, pues está en terreno desconocido y teme lo que pueda pasar. 
Chica, por su parte, siente que Chico tiene un no-se-qué que le agrada.

Chico contacta a Chica, al tiempo. Luego de meses de silencio, encuentra alguna excusa sin sentido para llamarla, para tenerla presente. 
Chica sonríe, ilusionada.

Chico se encuentra con Chica, y finalmente la besa. Habla en futuro y menciona algunas promesas. Pero oculta otras cosas. 

Dos meses pasan hasta que, ya con el agua hasta el cuello, Chico le confiesa a Chica que en unos días va a ser papá. Que siempre lo supo y siempre asumió su rol, pero que nunca quiso decírselo por temor a perderla.
Chica, con diecinueve años, no lo entiende. Siente que su mundo se deshace entre aquellas palabras que salen a la luz. Un corazón se rompe mientras las ilusiones se desvanecen. Ojos que derraman lágrimas de odio y desazón.

Pasado un tiempo, Chico le escribe a Chica. Para hacerle saber todo lo que ella significó en ese corto tiempo. La mujer de sus sueños, le puso; todo lo que cualquier hombre podría pedir a su lado. 
Chica, desconcertada, no lo cree. No entiende cómo su sencillez y sus sonrisas pueden hacer a un otro tan feliz, transformándola en aquella especie de idealización onírica. 
No responde, tampoco. 


Historias comunes como ésta son las que apagan esas ganas de creer que todos son buenos. Son estas situaciones las que le roban pedacitos de su ingenuidad, obligándola a crecer de golpe, a ser calculadora e imponer distancia. Son estos secretos, ese corazón roto, los motores de la búsqueda de mecanismos de preservación.
Hoy Chica no voltea cuando alguien habla de Chico ni de la criatura que nació de una relación sin futuro. Sólo escribe, sin detalles, mientras escucha este tema
Se siente raramente especial. Al menos para alguien, lo fue.





23 diciembre, 2008

Hace un año...

Debe ser la época del año. O la costumbre de siempre sacar en limpio las cosas buenas y las malas que acontecieron en cierto tiempo. En trescientos sesenta y cinco días, por ejemplo. En un año. 
Balances. Comparaciones. Recuerdos.

Estábamos camino a un almuerzo de fin de año. Pizzu, sentada delante mío, se dio vuelta de repente.

Pizzu
¿Vos te acordás cómo estábamos, vos y yo, hace un año?

Flori
ehm, no me acuerdo.. ¿me ayudás a hacer memoria?


No hubo necesidad, en realidad. Al instante los recuerdos cayeron de algún lugar de mi memoria y pasaron velozmente por mi retina. Todo, sin escatimar en detalles.

Hace un año, para este almuerzo, yo traía una noticia a cuestas. El chico con el que había estado saliendo por dos meses había confesado que iba a ser padre, y pocos días antes de Navidad la criatura nació. Imagínenme: con diecinueve años, una completa ingenua, y ya las ilusiones por el suelo. Venía de un amor que no había podido ser, y de repente llegaba Rober -con quien todo podía ser- y me revelaba su secreto. Pero lo más doloroso fue su confesión a último momento, y no en aquella primer instancia donde yo podía tomar la decisión de emprender un camino a su lado a pesar de su futura condición de padre de familia. 
No, no lo hizo. 

Hace un año pasaba al segundo año de mi carrera. Ponía fin a casi diez meses de corridas, de primeros finales, de noches sin dormir. Mis primeros litros de café, la búsqueda de métodos para permanecer más horas despierta, los domingos de estudio compartido. Los llantos pre exámen que exteriorizaban esa mezcla de ansiedad y nervios que se nos formaba en el estómago. Y que todavía se nos forma. El primer recuperatorio. La nota en la libreta que me habilitaba a gritar que ya estaba en segundo.

Hace un año Pizzu y yo compartíamos la soltería. Aunque ella contaba con su muchacho, éste no lograba administrar sus tiempos de manera óptima, quedando mi amiga a la deriva en más de una ocasión. 
Yo a la deriva, también, por la desconfianza que empezaba a crecerme dentro. El miedo a intentar sentaba presencia, y me excusaba en el estudio para evadir las presentaciones que mis amigas planeaban. 

Y sin embargo, acá estoy. Un año después. 
Sin molestarme al escuchar lo divertido que fue el festejo del primer año de la criatura, y sin siquiera preguntarme si debiera escribirle al padre. Felicitándolo. 
Intentando creerme cuando la nota en la libreta me anuncia que estoy en tercer año de Medicina. Nota que no es de mi agrado, pero que tengo que comenzar a aceptarla. Como también tengo que aceptar que estos nervios y ansiedades estarán conmigo por siempre, incluso después de recibirme. 
Mirando cómo Pizzu disfruta de su reciente noviazgo, y deseando que en algún momento yo me vea tan feliz como ella.

Así estoy, un año después. Con menos sonrisas y un poquito más dañada; calculadora y selectiva; con la certeza de saber qué es lo que quiero. Con más música en el itunes y recuerdos en cada canción; con la compañía de un libro que me tiene atrapada, y que llevo conmigo todo el tiempo. Escribiendo más y hablando menos. Cambiando el café por el té.
Con la firme convicción de que él tiene que estar en algún lado. Que seguramente se semeje un poquito al doc, y también a aquél muchacho que no pudo ser. Que no se va a ir, porque no tiene que hacerlo. Que me va a hacer lucir como mi amiga... tan feliz y radiante.

Un año después, acá estoy: haciendo mi propia lista de recuerdos impulsada por la pregunta de Pizzu...

20 diciembre, 2008

Carta de Navidad

Para vos, que en algún lado tenés que estar porque así me dijeron cuando era chiquita. Porque así les digo yo a ellos, cada vez que preguntan tu domicilio.
Para vos, que adelgazaste y te recortaste la barba, que cambiaste a los renos por el bastón mágico de Wally, que actuás a través de otros adultos porque son muchos los niños que todavía imaginan con verte a las doce entre los fuegos artificiales y entonces allí tenés que estar, para ellos.
Para vos, mi lista.

Quiero ilusiones nuevas. Muchas. Pero esta vez dejáles el recibo, así puedo devolverlas en caso de que generen corazones rotos o decepciones atroces. 
Quiero respuestas, reencuentros, nuevas amistades, muchos más logros y menos incertidumbres.
Quiero amaneceres para disfrutar en compañía de quien se atreva a compartir ese momento que se nos escapa, usualmente, por estar durmiendo.
Quiero pilas de sonrisas, y algunas lágrimas. De esas que me saltan cuando se conjugan con una panza adolorida que acompaña un puñado de carcajadas.
Quiero menos miedos, y más coraje. Para avanzar, en vez de estancarme.
Quiero charlas. Con mis amigas. Con mis hermanos. Con desconocidos. 

Y, por supuesto, también quiero un mp3 nuevo porque el mío un día decidió dejar de encender; algunas remeritas para renovar el placard; esos zapatitos que vi y me encantaron; algún perfume nuevo, así Mamá deja de quejarse que le uso siempre el mismo; el libro que hace mucho quiero leer, y algún que otro que me sorprenda; un cuaderno no muy grande (pero tampoco muy pequeño) para llevar a todos lados, porque la libretita rosada comienza a amenazar con acabarse y me gustaría estar lista para ese momento.


Sí, sé que estoy pedigüeña este año. Pero me lo merezco. Yo lo sé, y vos también. Donde sea que estés (porque tenés que estar, en algún lado), sabés que lo merezco.



18 diciembre, 2008

Mientras tanto

Me cuesta. Mucho. Aunque tenga toda esta paciencia que en parte me es innata, y en parte vengo ejercitando desde hace unos años al tratar con pequeños saltamontes. Pero de todas maneras, hoy me cuesta horrores esperar.

Estar esperando -ayer- desde la una del mediodía hasta las tres de la tarde, por la publicación de las grillas correctas de mi exámen final. Contar los minutos hasta que alguien me dice que tengo que rendir el oral ese mismo día. Y continuar contando los días para llegar a mis vacaciones, porque al final no dan a vasto los diez jefes de cátedra de Bioquímica con los más de mil alumnos que se presentaron al exámen, y por lo tanto me mandan a rendir el oral el viernes a la tarde.

Es este mientras tanto que anoche me encontró llorando en mi cama. Acurrucada, como queriendo abarcar todo mi cuerpo entre mis brazos. Cuerpo cansado de tanto esperar, con hombros contracturados de tantos nervios y pies gastados después de tantas vueltas.
Es esta búsqueda de abrazos y la presencia de este enorme sentimiento de soledad, que no me dejaban dormir a pesar de haber amanecido a las cinco de la mañana para ultimar detalles. Este ansiar un sincero "todo va a salir bien" que me devuelva la claridad que tenía cuando me fui a la mañana. Y que todavía hoy intento recuperar.
Son esas lágrimas que exteriorizaron todo un día de incertidumbres y de desconciertos. 


Una eternidad representada en dos días. Hoy y mañana. Dos días más en los que mi estómago intentará degradar estos nervios, y mis ojos lucharán contra los libros y apuntes. Cuarenta y ocho horas de armar conjeturas, de imaginar infinitos criterios potenciales de evaluación, de recrear supuestas situaciones resultantes y sus repercusiones.
Hoy y mañana, molesta y enojada. Porque no hay nada peor que un exámen que se prolonga por días, que me hace tambalear los planes que estaba organizando, que me quita la ilusión de poder dormir tranquila. Que me atormenta. Que no se termina.

Y así estoy, entonces. Deseando que todo esto no se extienda más allá del viernes. Aguantando. Repasando. 
Haciendo esfuerzos extra en este mientras tanto que me opaca y modifica mi cronograma de fin de año.


15 diciembre, 2008

Countdown




En dos días (o tres, a más tardar) empiezan mis vacaciones. Aquellas que me merezco desde el receso invernal que no tuve, porque los exámenes no se toman descanso. Aquellas que vengo esperando desde hace unos meses, y que en vez de parecer más cercanas simulan alejarse más y más. Vacaciones a las cuales derogué miles de citas al médico, tardes al aire libre en compañía de algún libro bajo algún árbol, bronceados en mi terraza.

En cuatro días, es su cumpleaños. Y no hay madrugada que no me encuentre discutiendo si le escribo, o no. Para desearle felicidad y de paso cerrar esto que sigue resurgiendo cada tanto. Para preguntar por qué se silenció, y prometió algo que nunca cumplió. Para averiguar si ya se hizo hombre-hombre, tal como él dijo una vez...

En nueve días es Noche Buena. En diez, Navidad. Y en el medio, los regalos que ya se empiezan a comprar y la cartita a Papá Noel que quiero escribir para ver si me vuelve la inocencia de creer en algo. Ese algo que me devuelva las ganas de intentar, de bailar porque sí, de sonreír porque sí.

En dieciseis días se acaba el año. Este 2008 que supo hacerme respirar entre risas y lágrimas; que me agregó dudas y me regaló respuestas; que me vio crecer, crecer y crecer. Un año de logros que no se termina, todavía, pero que en el calendario amenaza con unos pocos casilleros sin cruces coloradas.


Es diciembre, y todavía me siento en Junio. A pesar de que en el medio aprobé exámenes, compartí cenas, festejé aniversarios. A pesar de haber creado un espacio para mí, donde poder desahogarme y refugiarme. A pesar de que los adornos navideños de los shoppings donde almuerzo sola me advierten que diciembre llegó, repentino y silencioso. 
Me estanqué en alguna parte de ese Junio; pero de repente abro los ojos y me encuentro con esta cuenta regresiva que nos lleva hacia un nuevo año que espera detrás de las copas de cristal.

11 diciembre, 2008

Olor a Jazmín

En diciembre, mi casa huele a jazmín. El living, los cuartos, el jardín. Todo está impregnado con el dulce aroma de esas delicadas flores, que adornan las mesas en floreros de vidrio. Todo.

Particularmente este olorcito me encanta. Recuerdo que desde pequeña me gustaba amanecer con el arbusto lleno de pimpollos y, a medida que trascurría el día, verlos florecer. Un antes y un después que para mi corta edad significaba mucho más que cualquier germinación fructífera de primaria.

Ya más de grande, me emocionaba con la idea de que alguno de esos amores de la adolescencia se apareciera con un ramito sorpresa sólo para mí. Y sólo una vez así fue.
Mi primer novio, Maxi (el mejor amigo de mi viejo amigo Leo), un día estiró sus manos al verme y esbozó un tímido "tomá, para vos". Alcanzándome las florecillas adornadas con una cinta cuyo color ya no recuerdo, a la vez que la vergüenza le hacía bajar la vista. Pero nunca supo él, que su precioso gesto se me grabó en la retina para siempre.

Los años que siguieron, teñidos de amores pasajeros, me encontraron mirando desde la ventanilla del colectivo a los cientos de vendedores de jazmines que se acumulan en los semáforos en rojo. Preguntándome cuándo volvería a sorprenderme con un ramo acompasando miradas enamoradas. Envidiando a las manos que asomaban por las ventanillas de los otros autos, comprándolos para sus amores.

Hoy me siento en el living a estudiar, y veo a mis flores favoritas adornar el florero trasparente. Inundando el ambiente de un aroma que incentiva mis sonrisas y el recuerdo de aquél primer ramito. Trayendo paz a mi mañana de libros y apuntes. Disolviendo mis nervios y conjeturas. Acompañándome.

Mi mamá se pasa todo el año cuidando su arbusto: lo poda, lo cura de los bichitos que arruinan las hojitas verdes, lo riega. Son cerca de diez meses de cuidado, para casi dos meses de pimpollos que florecen. Entonces mi mamá los corta, y los ubica en determinados lugares de la casa. En esos lugares donde solo ella sabe que perfumarán todos los ambientes.


08 diciembre, 2008

Árbol de Navidad




Hermano Pequeño: Mamá, ¿te acordás de éstas?
Mamá: Sí, tienen como veinte años. Que no se te caigan, porque esas son de las que se rompen en miles de pedazos.. y los vas a juntar vos.
Hermana: ¡Vas a tener que barrer hasta en la cocina!

(Risas)

Flori: Che, hay que comprar más pastito. Ta bien que sean pobres, pero no escatimemos en el pastito.. sino los camellos no van a poder comer nada. 
Hermana: ¡Como si se fueran a morir de hambre! Son de PLASTICO
Flori: Nooo... hay uno que es de porcelana. ¿Será de otra especie?

(Risas)

Hermano Pequeño: ¡noo, mirá esto! (sentado en el suelo, revisando los adornos navideños)
Hermana: ¿sabés de dónde te podés colgar éso? 
Flori: Chee, ¿dónde quedó el espíritu navideño?
Mamá y Hermana: ¡Acá no!

(Risas)




No. No armamos el arbolito este año. Nadie tiene ganas de pincharse con esas ramitas de plástico que tanto fastidian con este calor. Nadie quiere adornar ese metro cincuenta con bolitas de vidrio que conocemos hasta el hartazgo. Nadie quiere probar las luces para ver si andan, y dar vueltas alrededor del árbol acomodándolas. Nadie.

Asique fue unánime la decisión. Ésta será la primer Navidad sin Arbolito. La primera vez que no pasamos una tarde entera discutiendo la edad de los adornos, ni si hay que poner -o no- al niño Jesús en el pesebre.
Recuerdo, sin embargo, los clásicos comentarios que nunca-nunca faltan. Se me vuelven casi tangibles las imágenes de otros años, donde sí seguíamos la tradición. Cuando la inocencia ganaba por cansancio, y lo armábamos igual.

Hoy fue distinto, por primera vez. Yo estudié; mi Hermana estudió y disfrutó de la pileta, junto con mi Hermano Pequeño; Mamá se ocupó de su jardín. Nadie dijo nada del árbol. Nadie tenía ganas. Nadie.

06 diciembre, 2008

Y entonces...

Y entonces me canso de todo, y subo la persiana de la ventana que da al patio. El sol amenaza con altas temperaturas para todo el día, pero no me importa. Que se anime a entrar; que cambie el aire de muchos días de lluvia, pienso.
Prendo la computadora y chequeo rigurosamente los mails, como de costumbre.
Sigo pegando cartelitos en los bordes del monitor, para no olvidar -esta vez- la fecha de inscripción al final de Bioquímica. Y me pone contenta darme cuenta que estoy a unos pasitos del tercer año de mi carrera. Y me felicito por todos mis logros de este año.

Y paseo por mi itunes, mientras recuerdo el reto de mi Hermano Grande por tener 20 gb de música total y completamente desconocida para él. Claro que el reto fue por la cantidad, y no la calidad.. pero mientras él siga agrandando la capacidad del disco, no pienso bajar ese número que semeja mi edad.
Augustana, Athlete, Brett Dennon, ¿Goo goo dolls? ¡Ya sé!, a la vez que le doy play.

Y entonces salto, y canto.
Preparo el baño para la ducha matutina y para sacarme los restos de una (otra) noche de poco sueño. De paso aprovecho y me desprendo también de las palabras.
Me paseo por la casa, oh hurricane; barro la cocina, what you gonna do to us this time?; me baño, oh oh hurricane.

Y entonces, cuando ya estoy mejor, cruzo al quiosco y compro bizcochitos para acompañar al mate.
Y entonces, me pongo a estudiar, tarareando oh oh hurricane.




05 diciembre, 2008

Extrañando

Seis meses atrás mi celular anunciaba un mensaje nuevo, sin leer. Creía saber de quién era, aunque desconociera el motivo por el cual lo enviaba.

Doc
te extraño un poco, muñeca

Así, de la nada, él inauguraba la sesión de palabras que demostraban lo interesados que estábamos en el otro. Sesión que se extendería hasta desaparecer en las silenciosas noches donde el simple recuerdo de ese mensaje era el bálsamo para poder dormir.

Seis meses depués, similares palabras, más directas, inician un sinfín de lágrimas. Porque en el medio nadie las mencionó, nunca. Y entonces no se me formaba este nudo en la panza, con toda esta angustia y estas ganas de arrancarme el recuerdo y dejarlo afuera, junto con los zapatos.

Aún sabiendo de mi desinterés, y sin parecer importarle mucho, Juan generó la oportunidad ideal para escribir la causa de mis lágrimas. Que hace tiempo no salían a la superficie, y a cuya ausencia ya me estaba acostumbrando.

Juan
te extraño

Y de pronto me siento ultrajada; como si hubieran violado la impenetrable muralla que me rodea, dejándome indefensa y a la vista. Porque no tiene que decírmelo, por más que lo sienta. No corresponde que lo haga, porque ya conversamos acerca del asunto, y llegamos al acuerdo de que él iba a controlar estas cosas que desencadenan discrepancias en nuestros sentimientos. 
¡Juan lo prometió! Y yo le creí, como de costumbre.

Cierro la conversación, deseando que con ella el tema también concluya. Pero no lo logro, y damos vueltas por un laberinto de palabras; me encuentro con miles de salidas posibles pero no me atrevo a tomar ninguna. Me quedo espectando el final, el momento de la despedida, ya sin lágrimas. Pero dolida.






03 diciembre, 2008

De pensamientos y decisiones

Hasta ahí. Ni un paso más. Cualquier movimiento que él realice, equivaldría a un suicidio. Porque mi pensamiento detuvo a Juan en un pequeño espacio, de dos por dos, y cualquier movimiento en falso -o cualquier movimiento en sí- lo llevaría a su trágico fin.

Tal vez haya sido la lluvia; tal vez el frío. Pero fuera por quien fuere, se disolvió aquel interés de mi parte hacia él dejándome desinteresada y hasta silenciosa. Quizás fue su confesión lo que desencadenó este desgano por verlo.
"Hay un problema: vos querés algo serio.. y yo no", y ahí empecé a armarme nuevamente de mis defensas. Volví a levantar murallas para que no notara esta amarga decepción, ni viera mis vulnerables deseos de querer algo más que una simple amistad con besos casuales.

Su sustento comenzó a achicarse, desde entonces. Mi pensamiento recorta centímetros de su peldaño hasta dejarlo tan estrecho que un simple movimiento podría hacerle perder el equilibrio. Y Juan se mueve buscando respuestas a mi silencio, a mis tratos cortantes y hasta fríos. Juan pregunta, insiste. 
Es que hicimos un pacto. Si el prometido beso cambiaba esta amistad que creamos con el tiempo, alejándonos, pues entonces serían descartados aquellos derechos que aún no logro comprender del todo. Yo cambié, a pesar de haberle dicho que seguía igual que siempre. Juan me descubrió, y continúa desplazándose entre preguntas en su pequeño soporte.
Y será que fui al encuentro con un hermetismo impropio e inusual en mí. Y será que cerré los ojos para verme a mí misma, y comprender que no servía de nada intentar chocarme con la misma pared. Que ésta no iba a romperse por más ganas que yo tuviera, ni sus ladrillos dejarían huequitos de esperanza a mi ilusión.

Por eso no voy a seguir el juego de las citas y los besos con alguien que camina en dirección opuesta a la mía. No voy a volver a enamorarme haciendo caso omiso a las advertencias. A los "saldremos hasta que un día dejemos de hacerlo". No. No voy a volver a pasar meses llorando porque un cobarde no se animó a pasar más tiempo conmigo. 
Aunque ahora sea Juan quien quiere intentar algo más; quien apuesta a estos aires de amores renovados e inesperados. Y aunque ahora soy yo quien no tiene ganas, quien pisa el freno y se detiene. Porque ya no me conformo con palabras engalanadas de ternura, ni promesas de cuidados eternos. Pero tampoco juego al silencio, porque sé cuánto duele. 

Lo miro balancearse en su espacio, amenazado por mi pensamiento. Pero decido retirarme de todo esto; abandono todo intento de lograr un fin de año distinto al anterior. Cierro puertas y ventanas porque me cansé; y me dispongo a juntar energías para terminar estos días de la mejor manera posible, y comenzar el año nuevo mejor aún.