30 septiembre, 2008

Hacé como quieras...

No tengo ganas. No quiero. No voy.
Mando mensajes para avisar que me quedo en casa, estudiando. ¿Estudiando?

¿Acaso se puede estudiar metida en la cama, tapada con las tres frazadas que no quiero sacar por si el invierno me sorprende (como lo hace últimamente) con sus frescos y lluviosos días?
¿Qué clase de mentira-piadosa estoy inventándome, para sentir menos culpa al no moverme de la comodidad de mi colchón? Porque la realidad es que, si bien a los destinatarios de los mensajes poco debe de interesarles si cuentan con mi presencia o no, a mí sí. Y siento como si estuviera escribiendo para mí. Justificando-me. Excusando-me.

Antes era todo más sencillo. Frente a mis inválidos berrinches por querer quedarme en casa, mis padres actuaban con poca democracia. Y ahí iba yo: con el uniforme planchadito, el pelo prolijo y los libros en la mochila. No había lugar a discusión. Ni mucho menos a planteos personales donde me cuestionara cuán correcta sería mi decisión. Me obligaban, y obedecía. Iba, a la fuerza.

Hoy busqué esa mirada fulminante en los ojos de mi mamá (esa mirada que ponía cuando yo le rogaba por faltar al colegio), pero no encontré más que cansancio y un "hacé como quieras", acompañando un movimiento desinteresado de sus hombros.
Hacé como quieras. Significa que decido yo: voy o no voy. Sin gritos. Sin ufas. Sin "mamá, daale.. quiero dormir un poquito más". Decido yo: me quedo estudiando, cómoda, en mi cama.. o salgo sin ganas, hacia una clase que, probablemente, no tendrá mi atención ni mucho menos, participación.
Hacé como quieras. Pero no quiero. No. No quiero. Y no voy. Me declaro en huelga, en contra de la facultad. 



La única y total responsable de esta decisión escribe la presente entrada. 
¡Mucho gusto!


27 septiembre, 2008

Encuentros

Amanecí temprano para estudiar, como de costumbre. 
Sin desayunar (otro viejo hábito que debo desterrar, por cierto) me instalé bajo la tibia lluvia de la ducha. Un buen rato, mientras repasaba mentalmente el placard. Porque me invitaron al cine. 
Y acepté, sin excusas.

Salió el sol, por lo que descartadas quedaron las poleras y las bufandas (protagonistas principales del placard de invierno)
Salió el sol, y dos entradas para el cine esperaban ser retiradas en la boletería del Abasto. Mi desconocido, los pochoclos, y yo. 
Junto con otros desconocidos que irían también a disfrutar de la película. Y sus pochoclos, por supuesto.

Y allí fuimos, uno en busca del otro. 

Una cita: ni buena, ni mala. Pero que me hizo sentir deseable, de nuevo. Agradable para los ojos masculinos. Y no sólo para los de mi acompañante, sino también para los de algunos curiosos que paseaban por ahí.

Alguien una vez me dijo que, cuando estamos bien, somos como un imán "atrae - gente". Doy fé de ello.
Aparentemente, la preparación previa a la salida (llámese tenue maquillaje, elección de la remera que mejor me sienta con el pelo suelto, el perfume de mamá que tanto me gusta..) surtió efecto.

Y más allá de la sentencia que sobrecaiga sobre el futuro de este nuevo desconocido, hoy me sentí muy bien.


26 septiembre, 2008

Silencioso presente

(...)

Luego de un mes de ser el roto y la descocida, y junto con el surgimiento de sus últimos exámenes, el estrés lo cambió por completo. Ya no me decía esas palabras bonitas que me hacían sentir especial. Ya ni nos veíamos. Y la angustia crecía cada vez más en mí.
La señal de alerta me dió a entender que ya no volveríamos a ser como antes. A estar como antes. Y ahí comenzaron mis lágrimas, mi tristeza que después se volvió crónica, mis intentos para anular el silencio que crecía sin parar. 

Hoy, a más de cuatro meses de aquél hermoso mayo que pasamos juntos, me doy cuenta que tenía razón: no teníamos muchas posibilidades de estar juntos, siquiera. 
Si bien nada parecía interponerse en nuestros caminos, su miedo a volver salir lastimado sí lo hacía. 
Sí lo hace.  
Y no puedo meterme en su cerebro y borrar el sabor amargo que le dejó la que él consideraba "el amor de su vida" en ese entonces. No puedo implantarle semillitas de esperanzas y colores, regándolas diariamente con la esperanza de que florezcan pronto. No puedo, por más que las ganas de hacerlo me broten por los poros. 
Eso es trabajo suyo.
 

Mientras tanto, yo quedo acá, estancada en el silencio que se generó entre nosotros. Un silencio que creo que los dos estuvimos alimentando este último tiempo. Aunque sólo yo batallé para que feneciera.
Y mientras tanto, lo recuerdo. Y cometo el error de comparar los nuevos ojos que se ofrecen a hacerme sonreír, con aquellos que se robaban un poco de mi alegría cada vez que se cruzaban con los míos. Rechazándolos, porque lejos están de semejarse a mi dulce caballero.


El tiempo se me pasa: rápido, los días de semana; muy lento, los domignos. 
Y a pesar de que algunos días lo recuerdo con cariño, muchas noches lo hago entre lágrimas. Como ahora..
 
¿Realmente se pueden olvidar los momentos que nos hicieron brillar junto a la persona que aceleraba nuestro corazón, haciéndonos sentir vivos? 
¿Es posible borrar los ojos enamorados, las sonrisas regaladas, el sabor de los besos?

Si es posible... digo, si por alguna misteriosa razón alguien puede.. entonces, ¿por qué me cuesta tanto a mí?



25 septiembre, 2008

First Date

(...)

Para mi sorpresa, teníamos un cumpleaños esa misma noche. Y yo no salía de clase hasta tarde.  Pero de  alguna manera, los astros se organizaron a mi favor. Y así fue como me perdí un cumpleaños (al que mi amiga asistió, dejándome el papel protagónico en la cita), y me escapé de la clase para salir al encuentro de lo que sería la mejor primera cita
Quedamos en encontrarnos en unos ascensores de la Facultad de Medicina. Mi panza era un océano de nervios, pero iba "en son de paz". Con terror a que se presentaran unos silencios irremontables. Con pánico a lo que se me venía, porque estaba sola con un muchacho 4 años más grande. Nerviosa, pero sonriente.
 
Cuando bajé, no lo encontré. Pasé a centimetros de donde él estaba, incluso lo miré, pero me dije que ese no era él. Volví unos pasos para atrás, y lo llamé al celular. Me dí vuelta para volver a observar a cada una de las personas que estaban ahí, y ví una mano que me llamaba. Efectivamente, era quien no queria que fuera. 
Caminé hacia donde él estaba, disimulando la desilución. Doc, Flori. Flori, Doc. Y Ricky, un amigo de él que se encontró por casualidad con nosotros. Mientras ellos se ponían al día, yo pensaba para mis adentros que mi imaginación necesitaba tomarse vacaciones. Definitivamente, no era ésa la sonrisa ni el tono de voz que mi Doc-Perfecto tenía en mi mente. Pero algo en ese Doc Real me llamaba la atención. "No es lo que esperaba, pero tampoco está tan mal", pensé.
 
Finalmente Ricky tomó un camino distinto al nuestro, y emprendimos el viaje hacia la Facultad de Derecho. Mientras hablábamos de muchas cosas a la vez, me dí cuenta que el caballero que me cedía el paso en cada vereda estrecha, estaba haciéndome sonreír más de lo normal. Y me encantaba. De más está decir que la Sinfonía me dejó hechizada, y sentir sus labios cerca de mi oído cada vez que me explicaba algo, me erizaba la piel.
 
Con intenciones de que la noche no terminara, y como reflejo de que el agrado por la compañía era mutuo, me invitó a cenar. Compartimos más historias, más secretos. Nos burlábamos de la soledad con cada sonrisa que derrochábamos. El frío otoñal no nos impedía disfrutar de una caminata nocturna por las calles de BA. Abrazados. Como si nos concociéramos de toda la vida. Como si esos tres meses de charla detrás del monitor, hubieran transcurrido en una confitería de barrio.
"Somos un roto para una descocida..", me dijo. "Tom y Jerry, El Gordo y El Flaco". Y me miraba con sus ojazos, que encerraban timidez, alegría y un poco de desazón.
Tanto caminamos que en un momento, justo en frente de la Facultad de Medicina, sentí un dolor punzante en mi pantorrilla izquierda que me hizo apretarle el brazo mietras mis ojos se desorbitaban del dolor. 
- ¡Calambre! - le dije casi con lágrimas en los ojos.
Él, como buen caballero y haciendo buen uso de sus 7 años como estudiante de medicina, se agachó gentilmente y me hizo masajes hasta que pude volver a tomar control de mi pantorrilla. 
-Me asusté - me dijo mirándome desde allá abajo. Y ahí me terminó de enamorar. Ahí, con esa frase (sumada a las tantas que había dicho antes), me dí cuenta que era con ÉL con quien yo queria estar. De quien recibir cuidados, abrazos, besos, mimos. A quien yo quería agasajar, cuidar, besar hasta el cansancio.
 
La noche terminó con un regreso a casa en colectivo, sola, pero con mensajes al celular cada dos segundos.
No hubo beso de película, pero sí abrazos de novela. Y tal vez era su estrategia no besarme en aquella ocasión, porque de esa manera se aseguraba (nos asegurábamos) una segunda cita.
Y así fue. Sobrevineron segundas, terceras, cuartas citas. Fantásticas, todas. Y enamorándome cada vez más en cada una de ellas. 

En una ocasión recuerdo que le pregunté cuál era su defecto. Porque todo en él era perfecto: era todo un caballero (de esos que caminan del lado del cordón de la vereda, te dejan pasar primero, te abren las puertas..), muy mimoso,super inteligente, muy ocurrente -y elocuente-. Y entre tantas respuestas que dio, me dijo que "tenímos que vivir el presente, que acorde a las estadísticas no había muchas posibilidades de que termináramos casándonos, y.." , y su discurso continuó pero no podía hacer más que centrarme en esas palabras. No quería casarme con él en ese mismo momento, pero una señal de alerta se encendió en mi interior.


(to be continued..)

24 septiembre, 2008

Caballero en potencia

Todos tenemos nuestros recuerdos de amores pasados. Algunos resurgen esporádicamente del rincón más oscuro de nuestro cerebro. Otros, pinchan los lagrimales en los viajes de colectivo, mientras esperamos que la luz del semáforo se tiña de verde, o al escuchar una canción. En el momento en que dejamos de mirar para afuera, y damos un recorrido por nuestro interior.
Alli están, acampando y saludándonos. Como si fueran miembros vitalicios de ese espacio que nos corresponde.

Y ahí está él. Mi pasado más reciente. El recuerdo que duele los domingos por la tarde. Él: el Doc

Lo conocí gracias a mi amiga del alma, que siempre-siempre intenta encontrarme "la pareja perfecta". Aunque eso, para ella, a veces significa un amor de una noche. Para mí, todo lo contrario. 
Ella, que es tan bonita, sociable, simpática, tiene a todos los hombres que desea. El doc no fue una excepción. 
Se agregaron a facebook. Comenzaron sus primeras charlas. Él a pocos meses de recibirse de médico. Ella recién empezaba relaciones públicas.

Conversación va, conversación viene. 
"Tengo a alguien para vos, Flori. Un doc que está a punto de terminar, te va a encantar", me sentenció. Sí o sí. Aceptás o aceptás. Y yo, buscando la mejor manera de huir de esa situación irremontable, pensé que no perdia nada aceptándolo como contacto al msn. No era que me iba a casar con él. Ni mucho menos verlo, si en realidad no resultaba ser el encanto que mi amiga me vendía. Acepté, con pocas esperanzas.

En la primer conversación, tuvimos una fuerte discusión. Él estaba en total desacuerdo con la relación a distancia que mi amiga quería comenzar con quien hoy es el amor de su vida. Yo echaba chispas detrás del monitor, encolerizada. Pero el tiempo pasó, y con él las conversaciones se hicieron cada vez más fluídas, más largas. 
Su excusa era ayudarme en mi segundo año de la carrera. Mi excusa, aprovecharme de su nobleza para no repetir la tortura del año anterior. Y así llegué al punto de sonreír cada vez que una ventanita naranja con su nombre titilaba en mi escritorio. 
Nos contamos muchas cosas, y nos dimos cuenta de que teniamos mucho en común. Sin ir mas lejos, él decia que Yo + Él = Dinamita. 

Por tres meses me inventé su sonrisa. Me imaginé sus ojos, sus labios, su tono de voz. Con la ayuda de algunas fotos que ponía en su msn, y un montón de mi imaginación, me creé al Doc-Perfecto. Y si bien nos mandabamos mensajes al celular, nunca tuve el coraje suficiente (o la excusa perfecta) para llamarlo. Tampoco él.

Pasaron tres meses, en un suspiro. Y un domingo, entre charlas sobre las obras sinfónicas de Mahler, me invitó a salir. Nos invitó a salir. A mi amiga y a mí. A ver la segunda sinfonía de Mahler, en la facultad de Derecho. ¿Cita en conjunto? 



(to be continued)




22 septiembre, 2008

Taking one step at a time

De repente, me invade una alegría grande-grande que toma posesión de cada músculo de mi cara, haciéndola sonreír. Así, de golpe.
Como si estos últimos meses no hubiera llorado hasta el cansancio. Como si e
l simple hecho de respirar no hubiera significado un esfuerzo sobrehumano para retener los recuerdos que afloraban con cada exhalación.

Y no, él no tiene absolutamente nada que ver con este halo luminoso que me envuelve y me hace bien. Aunque me gustaría que su presencia contribuyera a mi bienestar repentino. Pero lejos estoy de su presencia, y sólo su silencio me acompaña. Silencio al que, conjugado con distancia, terminé acostumbrándome a la fuerza.

No, definitivamente, no es él.

Soy yo, entonces. Que me levanto una mañana y decido empezar Pilates. Que dejo de buscarlo en cada rincón y renuncio a continuar justificando su mudez.
Soy yo, que arremeto a la idea de crear un blog para armar un registro de las cosas que (me) pasan. Para sentirme viva, para que me acompañen, para tomar recaudos frente a situaciones similares. Para escribir, porque me encanta. Para hacer catarsis, porque me hace falta.

Sí,
soy yo.

La que pega con cinta de papel su corazón.
La que cambia, la que vuelve a sonreír.
La que poco a poco vuelve a animarse a los colores, a las miradas, a "gustar y ser gustada"...

Despacio. Poco a poco.
Voy pisando despacito, tanteando el terreno para ver si es firme. Chequeando si me esperan fuertes cimientos donde poder construirme. Y ahi quedarme, finalmente.


Voy sonriendo, volviendo a ser la de antes. La que tanto me gustaba ser. YO.
Y comparto, en el proceso, los resultados de los días brillantes y soleados. Mientras exhumo los restos de la tristeza (que vienen con ojos marrones y sonrisa contagiosa), en los días nublados y fríos.