28 agosto, 2009

Superpoderes


Flori¿Sabés qué sería lo malo de volar? Pero volar de superpoder, digo..
Juana : ...
Flori: Los días que tenés dolor de cabeza -como hoy- no podés volar.
Juana...
Flori...
Juanajajajajaja
Florijajajaja, sí ya sé.. 
Juana¿y los días de tormenta?
Floripfff, ¡paraguas!
Juanapero el metal te atrae los rayos, Flori
Floriparaguas de plástico, Juani
Juanano existen..







And then she'd say, "it's Ok, I got lost on the way 
but I'm a supergirl, and supergirls don't cry".
[Y luego ella dirá "está bien, me perdí en el camino,
pero soy una superchica, y las superchicas no lloran"]


22 agosto, 2009

Ciclos


Somos ciclos. Repeticiones persistentes de historias que difieren en detalles, en tiempos, en lugares. Continuos errores que se reiteran, indemnes a las advertencias de aquellos que ya vivieron lo que hoy nos roza la piel, sólo por creer ser la excepción.

Es que no hay relaciones nuevas, en el mercado. Sino simples cuentos reciclados de algún corazón herido que aconseja evitar las fantasías inverosímiles que muchos intentan vender. Pero uno es curioso y mete la nariz en el cabello enmarañado que acompaña a unos ojos preciosos, y descubre un aroma a posibilidad. A oportunidad.
Al cabo de un tiempo uno se vuelve común, y el otro... real. Se rompen lazos, se lloran ilusiones, se juran jamases. 

Se rompe un corazón para luego sanar. Por el bien propio y por el de aquél que lo suceda en la larga lista de decepciones. Porque se vuelve consejero, y advierte al próximo curioso que ya asoma su nariz en una historia con detalles modificados, tal como lo hicieron -previamente- con uno. Para mitigar otro dolor. Para evitar otro llanto. Aunque sea en vano.

Y se reinicia el ciclo, una vez más. 
Y habrá un nuevo alguien que se desespere, para luego volver a esperar. 

Porque somos ciclos. Ciclos de nunca acabar.


14 agosto, 2009

Corazón fisiológico


Pum, pum. Pum, pum.
Y dicen que dolés, nomás. Vos, que sos músculo y nervios y vasos con un torrente rojizo que te nutre. Vos, que intercambiás iones por canales que se modifican en menos de lo que dura un pestaneo. Vos, que sos un ejemplo fiel de lo maravilloso y organizado que es el cuerpo humano. Vos, que sos puro pum pum. Dolés

Cuando el cuerpo tiembla de la emoción frente a una nueva noticia inesperada.
Cuando los ojos se nublan, producto de una nueva decepción.
Cuando las tristezas se acumulan entre silencios que son llenados sólo con tu repiqueteo cíclico. Dolés

Pero ellos, que tanto afirman, escriben y proclaman tu dolor en forma de prosa, de canciones, de historias... ellos, no saben que es mentira. Desconocen que vos, corazón fisiológico, no tenés terminaciones sensitivas conscientes que permitan reconocerte afligido en una noche de insomnio. 

Debe ser el otro, entonces. Ese que dibujamos con bordes circulares y lápices de colores, con una forma anatómicamente incorrecta; que no tiene aurículas ni ventrículos, y de los cuales no salen arterias que mantengan en vida al resto del cuerpo, como vos sabés hacer. 
Debe ser ese, que vive de mariposas durante la primavera y de abrazos tibios en época de invierno. Ese que se quiebra en cada despedida, que se fragmenta y se deshace con las ausencias. Ese, que no figura en los manuales de fisiología... ese sí debe doler. 

Y quizás tenga que ser este corazón de pinturitas, entonces, el que se detenga cada vez que alguien muere de amor. Para que, de esta manera, tu pum pum siga resonando en el pecho, recordándonos que -después de todo- seguimos vivos.




09 agosto, 2009

Juguemos



Juguemos a un juego. Ahora. Vos allá y yo acá. Sin papeles, sin biromes, sin fichas, sin tablero. Sólo mis preguntas y tus respuestas. Un juego de supuestos. De inventos. De deseos ocultos, tal vez. De cosas que querés decirme y no sabés cómo. De cosas que quiero contarte y no sé cómo.

Juguemos a un juego en este domingo con sol y regalos camuflados por un festejo que ya casi no me pertenece. Ni a mí ni a vos. Juguemos ahora que -de alguna manera- volvemos a ser un poquito más chicos, y todo es posible. 

Juguemos. Y que no exista el tiempo, ni los enojos, ni las tristezas, ni el desgano. Que sea todo risas y carcajadas y ojos saltones de felicidad y brillo en las esquinas de la piel y alegría contagiosa y niñez. Y posibilidades. 



Juguemos al 'What If' game
Qué pasaría si...



02 agosto, 2009

Desde la ausencia: Desarmada

Jueves 11 de Junio
20:21


Yo no quería escuchar, por eso me dispuse a distraerme con canciones aprendidas de memoria en el reproductor de música apenas me senté. Hasta recliné mi cabeza y cerré mis ojos para descansar un poco, intentando reflejar una pseudo siesta en los cuarenta minutos que distan desde la facultad hasta la casa de mi amiga.
Creéme que yo no quería escuchar. Y que por eso me pasé el viaje mirando hacia afuera, cantando bajito (casi imperceptible entre el ruido del motor del colectivo), y sacando cuentas que poca importancia tienen.

Sorteé esquinas conocidas. Apreté los dientes con frases de canciones. Miré al cielo azul (siempre tan azul estos días) desde un cálido rayo de sol de otoño. Observé a los de afuera, enfundados en bufandas y camperas abrigadas.
De vez en cuando volvía al interior del colectivo y repasaba los mismos rostros que mantenían posiciones similares a la de antes: mi amiga inmersa en su libro de vampiros, adolescentes con su uniforme colegial, un hombre grande cansado de su traje oscuro.

Estábamos cerca, casi a punto de llegar.
Estaba perdida en melodías, vencida por el sopor del mediodía.

Creéme cuando te digo que no quería escuchar. Creéme, porque no tenía intenciones de inmiscuirme en una conversación entre dos veinteañeros que no se fueron dos filas más adelante de donde yo estaba, ni dos más atrás; que no se quedaron cerca del chofer para preguntarle por direcciones, sino bien cerca mío. 
Que no se bajaron rápido. 
Que no eran de acá, sino de allá.


Yo no quería escuchar el ritmo de sus voces, similar a aquella que relataba historias fantasiosas y anécdotas inventadas. No quería, pero sin embargo lo hice. Y me desarmé en un intento vano por esquivarlas. 
Me quedé quieta. Indefensa. Pequeña y vulnerable. Hasta que se bajaron. Hasta que nos bajamos, y noté que mis piernas flaqueaban y el corazón intentaba con arrítmicos golpeteos salírseme del pecho.

Porque yo no quería escuchar. Creéme que yo no quería. Y sin embargo...