02 agosto, 2009

Desde la ausencia: Desarmada

Jueves 11 de Junio
20:21


Yo no quería escuchar, por eso me dispuse a distraerme con canciones aprendidas de memoria en el reproductor de música apenas me senté. Hasta recliné mi cabeza y cerré mis ojos para descansar un poco, intentando reflejar una pseudo siesta en los cuarenta minutos que distan desde la facultad hasta la casa de mi amiga.
Creéme que yo no quería escuchar. Y que por eso me pasé el viaje mirando hacia afuera, cantando bajito (casi imperceptible entre el ruido del motor del colectivo), y sacando cuentas que poca importancia tienen.

Sorteé esquinas conocidas. Apreté los dientes con frases de canciones. Miré al cielo azul (siempre tan azul estos días) desde un cálido rayo de sol de otoño. Observé a los de afuera, enfundados en bufandas y camperas abrigadas.
De vez en cuando volvía al interior del colectivo y repasaba los mismos rostros que mantenían posiciones similares a la de antes: mi amiga inmersa en su libro de vampiros, adolescentes con su uniforme colegial, un hombre grande cansado de su traje oscuro.

Estábamos cerca, casi a punto de llegar.
Estaba perdida en melodías, vencida por el sopor del mediodía.

Creéme cuando te digo que no quería escuchar. Creéme, porque no tenía intenciones de inmiscuirme en una conversación entre dos veinteañeros que no se fueron dos filas más adelante de donde yo estaba, ni dos más atrás; que no se quedaron cerca del chofer para preguntarle por direcciones, sino bien cerca mío. 
Que no se bajaron rápido. 
Que no eran de acá, sino de allá.


Yo no quería escuchar el ritmo de sus voces, similar a aquella que relataba historias fantasiosas y anécdotas inventadas. No quería, pero sin embargo lo hice. Y me desarmé en un intento vano por esquivarlas. 
Me quedé quieta. Indefensa. Pequeña y vulnerable. Hasta que se bajaron. Hasta que nos bajamos, y noté que mis piernas flaqueaban y el corazón intentaba con arrítmicos golpeteos salírseme del pecho.

Porque yo no quería escuchar. Creéme que yo no quería. Y sin embargo...



9 comentarios:

Blonda dijo...

Supongo que será esa anécdota que me contaste, que no te hizo nada bien (y lo confirmo)

A veces lo que más cuesta es tener ese oído abierto sin querer que nos trae sonidos que despiertan recuerdos en medio de la agonía.

Por si te alegra el domingo, te dediqué el post de hoy.

Besotines y abrazos amiga!

Tears dijo...

Oí cada sílaba amorosa, de aquel sonsonete de sus voces y senti envidia, senti el corazon flaquear y alma estuvo a punto de asomarse por mi boca... Pero fui fuerte y no se escapó ninguna lágrima complice de mis penas y nostalgias furtivas...

ME encantó la cancion...
gracias por darte el tiempo de buscarla...


=)

Cariños...

Tears.-

Floripondia dijo...

MUY lindo post,, a veces es mejor ser sordo no¿?

El Dc Felipe y YO dijo...

No florencia, no estas desarmada....
Yo se que tenes una ballesta y un par de granadas en la mochila =D

algun dia me contaras bien que fue lo que paso!!

besotes

Silvana Muzzopappa dijo...

Descubrí tu blog hace muy poco vaya uno a saber cómo. Me encanta cómo escribís.
Saludos.

Flori dijo...

Blonda: si hay algo que no quiero ver, cierro los ojos. Si hay algo que no quiero decir, cierro la boca. Pero ¿cómo cerramos los oídos cuando no queremos oír? No encuentro solución...
Muácate ;)


Tears: es preciosa, ¿viste? De nada.
Te mando besos


Floripondio: por supuesto. Y mudo, otras veces.


Nico: en la cartera, corrección.
Beso


Shirubana: ¡bienvenida! Muchas gracias por las palabras.
Beso grande =)

noe dijo...

Y, a veces son irresistibles esas insoportables conversaciones adolescentes jaja

Anónimo dijo...

siempre pasa, y lo peor es que ese es mi principal miedo, ver cosas que quizas yo no quiera ver, besitos :)

Jota dijo...

dos palabras:
ac
tualización!